Y si nos tomamos este tiempo para imaginar una forma de vivir y de trabajar sin traicionarnos a nosotros mismos. Y si nos pensamos envueltos en una pedagógica relacional, vinculada a las y los seres humanos, al medio ambiente y a nuestras propias vulnerabilidades individuales y sociales. Por ejemplo, ¿cómo vamos a reiniciar un proceso que ya viene cargado de preguntas desde el pasado 18 de octubre?, ¿cómo vamos a organizarnos para cuidarnos y no caer nuevamente en aquellos individualismos que acaparan y vacían los escaparates de esta sociedad de las oportunidades?.
Sabemos que por razones de interés publico se deben suspender las clases e interrumpir los procesos educativos. Por ello es difícil plantearse en un escenario de educación a distancia, sabiendo que no todas y todos poseen los medios para generar espacios de interacción pedagógica adecuados. A pesar de ello, vemos a docentes del sistema escolar y también de la educación superior, haciendo F5 en sus habilidades tecnológicas, actualizando herramientas, softwares e ingresando casi frenéticamente materiales a plataformas digitales. Al parecer el virus de la productividad académica es más difícil de acuarentenar, promueve una pedagogía ficcional por medio multi screen, multi link, unidades de auto aprendizaje y nuevos soportes virtuales. Se promueve una verdadera pedagogía aséptica, sin vínculos ni contactos físicos, ficcionado una cuarentena que busca separar aquello que sentimos de aquello que producimos, que aísla esta sensación de soledad, del temor real que sentimos por un Estado que sigue instalando criterios económicos antes de cuidarnos y que nos confina a seguir produciendo.
Y si en vez de aislar sensibilidades pedagógicas, imaginamos una vuelta a clases donde tod-s nos podamos abrazar desde el colectivo. Y si nos tomamos este tiempo para imaginar una forma de vivir y de trabajar sin traicionarnos a nosotros mismos. Y si nos pensamos envueltos en una pedagógica relacional, vinculada a las y los seres humanos, al medio ambiente y a nuestras propias vulnerabilidades individuales y sociales. Por ejemplo, ¿cómo vamos a reiniciar un proceso que ya viene cargado de preguntas desde el pasado 18 de octubre?, ¿cómo vamos a organizarnos para cuidarnos y no caer nuevamente en aquellos individualismos que acaparan y vacían los escaparates de esta sociedad de las oportunidades?.
Qué tipo de ciudadanos y profesionales estaremos formando en la escuela y en la universidad sin hacernos este tipo de preguntas.
Las pedagogías en tiempos de pandemia no debiesen volver a conducirnos para responder como autómatas en plataformas que sólo reproducen esa educación para ricos y pobres. Que obliga a mirar el curriculum de formación y la planificación educativa como planilla de cálculo y rendición de cuentas. ¡Creo que es urgente que en tiempos de pandemia, las pedagogías escolares y universitarias debiesen llamar a votar a una huelga total virtual, ahora mismo!
Y esta vez las RRSS pueden ayudar para re tomar ese tiempo necesario de ocio y pensar juntos. Para retomar el sentido colectivo y solidario de la pedagogía, re tomar la crítica social y cultural, y por qué no, llamar a cambiar esas viejas formas de enseñar y de evaluar que convierten a profesores en árbitros dentro de una competencia entre estudiantes.
Quizá de este modo, como plantea el filosofó eslovaco, este virus pueda matar al capitalismo individualizante. Desde adentro y desde una pedagogía relacional, una que se defina como una pedagogía escolar y universitaria con otros y para otros, es decir desde lo colectivo. Y si este tiempo de pandemia nos permite valorar como un hallazgo tan fundamental como fundante este tipo de reflexiones, es en mi opinión, lo que puede llevar a eliminar esta epidemia del individualismo y la competencia, porque para mi, hoy lo colectivo es lo más revolucionario de estos tiempos post estallido, es aquello que profesor-s y estudiantes podemos construir, y quizá por ello, se le trata de negar y acuarentenar.