La deconstrucción como puerta al diálogo filosófico

Estela Ayala e Isolda Núñez.

Recoger el desafío que presenta el nuevo currículum para los y las docentes que enseñan filosofía en 3º y 4º medio, fortaleciendo las prácticas pedagógicas que guían la asignatura mediante herramientas que faciliten el pensamiento y la redacción de contenidos filosóficos, es el objetivo del curso “Herramientas para Enseñar a Filosofar”, organizado por el Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas (CPEIP),  e impartido por Saberes Docentes, Centro de Estudios y Desarrollo de Educación Contínua para el Magisterio, de la Universidad de Chile.

Esta acción formativa tiene como propósito entregar a las y los docentes del área, insumos pedagógicos que puedan aplicar en el intercambio de conocimiento con sus estudiantes, enfrentados las nuevas exigencias curriculares para una asignatura que -si bien ha ganado espacios- al mismo tiempo exige formación contínua y la disposición para facilitar el pensamiento y la escritura filosófica.

El curso está a cargo de un equipo de profesionales liderado por la profesora Estela Ayala, académica del Centro de Estudios Saberes Docentes, profesional del Núcleo de Currículum, Didáctica y Evaluación de esa entidad, Magíster y doctorante en Educación.

En su primera clase sincrónica, el espacio contó además con la participación de Isolda Núñez, profesora del Departamento de Filosofía y Coordinadora del Diploma en Filosofía e Infancia de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, Licenciada en Filosofía, doctorante en Filosofía, Diplomada en Pedagogía Infantil y en Niñez y Políticas Públicas y miembro de CIFICH, como invitada especial.

El Decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Casa de Bello, Carlos Ruiz Schneider, dio la bienvenida a los asistentes señalando que el objetivo del curso es “hacerlos reflexionar sobre la filosofía en el contexto actual, que marca muy fuertemente la necesidad de esta materia, pero también la reflexión filosófica en que uno se puede comprometer”, dijo tomando como base el descontento político y la crisis por emergencia sanitaria que ha vivido el país, y que “ha tenido repercusiones sociales fuertes, que ahondan en varios sentidos la desigualdad social, no sólo en el empleo, sino también en el acceso a la tecnología necesaria, por parte de los alumnos, para seguir desarrollando procesos de aprendizaje”.

En ese contexto, Ruiz Schneider considera que se trata de “un momento interesante para el ejercicio de la filosofía que, tras los cambios curriculares, vuelve a estar presente en forma obligatoria en el sistema escolar, pero también en el sistema técnico pedagógico, representando una gran oportunidad para la disciplina y para “los contenidos liberadores y democráticos del saber que se hacen posible cuando todos tienen acceso a la filosofia”.

En la ocasión, el Decano se refirió a este como “un momento auspicioso en el que la especialidad tiene la obligación de estar presente y en el que en Chile se ha abierto un espacio más amplio para que se desarrollen contenidos que, durante mucho tiempo, se han preservado a las clases dirigentes y cuya expansión tiene un sentido democrático que la filosofía no puede dejar de hacer presente”, puntualizó.

Finalmente reflexionó acerca del aporte de esta disciplina, “mirado desde una perspectiva que rescate en la enseñanza, el aporte liberador y emancipador que puede tener entender mejor lo que estamos viviendo, permitiéndonos tomar decisiones colectivas respecto de lo que nos está pasando”.

La renovación del modelo

Dar comienzo a un trayecto que invita e interpela a las y los docentes de filosofía, a la luz del nuevo currículum, fue la invitación inicial que hizo Estela Ayala, trayecto no exento de problemas porque, si bien hay un cambio de foco y de centralidad de la filosofía, al mismo tiempo “hay muy poco trabajo respecto de temas curriculares y didácticos de la materia y escasa producción teórica a nivel Latinoamericano”, dijo la docente.

En ese escenario, Ayala indica que “Lo que se hace en docencia, tiene mucho de saber intuitivo, el cual no hay que desvalorizarlo epistémicamente porque proviene de una condensación de lo que ya manejamos con nuestra experiencia. Habría, entonces, que reforzar nuestro repertorio a la luz de elementos que consoliden nuestra experticia curricular, didáctica y evaluativa por medio del aprendizaje profesional en comunidades, cuestión que intentaremos relevar a través de esta instancia de formación continua”

Respecto al rol más protagónico de la asignatura, la docente advierte que “ha permitido que la filosofía llegue a espacios que antes le fueron negados, como el área técnico profesional, que alberga el mayor porcentaje de estudiantes a nivel nacional y que durante muchos años estuvo desprovista de la enseñanza filosófica”, como a ocurre todavía en la Educación de Personas Jóvenes y Adulta (EPJA), que opera con un currículum muy antiguo.

En ese mismo contexto, Ayala agrega que, “Otra deuda en la lucha de los docentes por la ocupación del terreno curricular de la filosofía, es ampliarla a educación básica y prebásica, aspirando a la entrega de contenido transversal en la formación y entendiendo su influencia en el desarrollo de habilidades argumentativas y razonamiento crítico, que son esenciales para la vida”, dijo, agregando que, “el cambio en el área, no sólo debe ser declarativo,  sino que supone un giro didáctico que no es posible sin un giro curricular”. Se trata de la necesidad de avanzar hacia un currículum problematizador “como una fórmula posible para dejar atrás el enciclopedismo añoso a nivel de esta y de todas las restantes asignaturas”. Finalmente, la docente señaló que, “El llamado es a des aprender y a crear alternativas, innovar”.

Abrir los espacios

La Licenciada en Filosofía, Isolda Núñez, hizo también su reflexión respecto al cambio didáctico y curricular en el enfoque de la filosofía, postulando que quizás en esta nueva mirada ya no basta encontrarnos solos con un saber y que hoy, “es posible pensar el espacio de la escuela como un espacio para aprender a filosofar, pero ya no desde no la visión clásica y tradicional”, hecho que obliga al cuestionamiento por parte de los docentes, que tienen la responsabilidad de mediar esos espacios de aprendizaje.

En ese sentido, la profesora menciona que la asignatura “busca que se aprenda a filosofar, que se haga diálogo filosófico y que se considere la experiencia como punto de partida”, agregando que es urgente también que se escriba y se produzca filosofía.

Núñez declaró que para lograr los objetivos que exige el nuevo currículum, es necesario que los docentes aprendan a “deconstruirse para propiciar espacios del filosofar”, esto, porque la propuesta curricular de tercero y cuarto medio, los obliga a enseñar a jóvenes insertos ya en la última etapa del camino escolar, “donde el adultocentrismo ya se integró completamente y en la que asimilaron la idea de que para tener éxito deben seguir normas y evitar emitir una opinión propia, reemplazándola por una respuesta esperada, cuando lo que se requiere para que alguien filosofe, es lograr que produzca una reflexión crítica, metódica y rigurosa, es decir, un pensamiento filosófico que pueda, a la vez, ser reflexionado filosóficamente”, sentenció.

Finalmente, la docente hizo un llamado a evitar reproducir una evaluación castigadora y a crear en cambio, un espacio donde pensar y reflexionar no sea algo que expone a los alumnos, “hay que lograr que sientan que el espacio de filosofía,  es un espacio donde caben las ideas”, dijo agregando que, “En un trabajo filosófico bien hecho, siempre se cuestionará el orden y los cambios que se enfrentan hoy invitan a pensar el rol de los profesores en el trabajo filosófico y en los ajustes que se requieren para ser mediadores del espacio y el desarrollo de la filosofía, con el objetivo de hacer que aparezcan las preguntas”, finalizó.

Alejandra Ponce, periodista.