“Importante en la escuela no es sólo estudiar, no es sólo trabajar, es también crear lazos de amistad, es crear un ambiente de camaradería, es convivir, es unirse. Ahora bien, es lógico... que en una escuela así sea fácil estudiar, trabajar, crecer, hacer amigos, educarse, ser feliz. (Educación como práctica de la libertad, Freire, 1989)
La formación de ciudadanas y ciudadanos para el tercer milenio, en un escenario global caracterizado por una serie de fenómenos mundiales complejos que ponen en jaque a las sociedades y a las instituciones, constituye una tarea de primer orden para cualquier sistema escolar, en especial para el chileno.
A cincuenta años del golpe militar y su dolorosa secuela de violencia material y simbólica, expresada brutalmente en las violaciones a los Derechos Humanos, violaciones planificadas y ejecutadas por agentes del Estado, resulta indispensable que nuestra sociedad en su conjunto reflexione y dialogue, sin eufemismos ni sortilegios, respecto de los acontecimientos que han marcado su historia reciente. La necesidad de este debate, emerge de la obligación de defender y expandir las normas de convivencia democrática que el país se ha dado, las que podrán mejorar sustancialmente a partir de los intentos de contar con una nueva Constitución.
La violencia que predomina en la vida pública chilena es precisamente manifestación de aquella necesidad. No obstante, bien vale la pena señalar que dicha violencia no es aportada únicamente por la delincuencia sin traje o sin corbata. Si bien el “delincuente común” de nuevo tipo que podemos reconocer en los delitos que copan gran parte de la agenda noticiosa aporta de modo indiscutible al escenario, otros delitos y otro tipo de violencia inciden en las subjetividades y temores que hoy predominan en la opinión pública nacional.
La creciente agresividad de líderes políticos, la mentira y la descalificación, la estigmatización y las campañas del terror que intentan estigmatizar a los movimientos sociales y a sus legítimas demandas, son parte precisamente de este entramado de violencias que ponen en jaque la vida democrática y las normas de convivencia que se supone son los pilares y los fundamentos de nuestra sociedad. El diálogo, no los gritos ni las caricaturas, muchos menos las falsas noticias y la manipulación mediática de las opiniones ciudadanas, constituye el medio principal para el entendimiento y la resolución de las diferencias que las y los ciudadanos tenemos en el marco de un régimen democrático.
Sin embargo, numerosos líderes mundiales, regionales y nacionales, tienen la clara inclinación de imponer por la fuerza sus puntos de vista. La guerra en Ucrania, los ataques del Estado de Israel en territorios palestinos, la creciente pugna de las potencias por el control sobre Taiwán, son solo algunos ejemplos de aquello. A nivel local la agresividad del mundo adulto expresada en la vía pública y en la locomoción colectiva, no son sino ejemplos de un fenómeno similar. Las noticias provenientes del parlamento, lamentablemente, muchas veces apuntan en una dirección similar.
El lector, a estas alturas, se preguntará, ¿Qué tiene que ver todo esto con la Convivencia Escolar? Desde mi punto de vista, la relación es evidente. La Convivencia Escolar es la dimensión de la vida de las y los estudiantes y de las comunidades educativas, en la que han de aprender a desarrollar una serie de habilidades y actitudes que los habiliten como ciudadanas y ciudadanos de sus propias comunidades escolares, dotados de un conjunto de atributos como el pensamiento crítico, la actuación reflexiva y responsable, la tolerancia y la solidaridad, la inclusión y el respeto y aprecio por la democracia. Sin embargo, ello no es posible de aprender sin el concurso pleno de la sociedad. Y es ahí donde la coherencia es necesaria. No podemos exigir a las y los estudiantes lo que la sociedad en Chile y el mundo no es capaz de realizar. Es de esperar que en el día de Convivencia Escolar, autoridades e instituciones se den el tiempo para reflexionar y para actuar de manera consistente con las declaraciones que se hacen.
Las comunidades estudiantes, así como las niñas y niños en nuestros hogares, replican y replicarán muchas de las conductas que observan en sus entornos familiares y sociales. De ahí entonces que, en este día de celebración de la Convivencia Escolar, el llamado sea precisamente a ese entorno. La democracia de hoy y de mañana, las y los ciudadanos que Chile espera tener, dependen en gran medida de aquello. Educar para la democracia y educar para la paz, implican una actuación democrática y pacífica cotidiana y sostenida. Educar para la democracia y para la paz exigen que el diálogo sea el único mecanismo legítimo para superar las diferencias.