No ha sido fácil para las comunidades educativas, retomar la presencialidad y el ritmo acostumbrado de funcionamiento en sus establecimientos. Son variadas las situaciones de agresión, amenazas, peleas, acosos y abusos físicos y sexuales entre estudiantes y también hacia/entre docentes, que se han venido vivenciando en escuelas y liceos desde inicios del año escolar. Todas ellas manifestaciones de una violencia física, verbal y sexual, que surge y se expresa como clara manifestación de que algo no está bien y que debemos urgentemente hacernos cargo.
Tal vez vivenciamos un cambio muy brusco al pasar de cuarentenas y virtualidad a presencialidad, sin aforos, con horarios, clases, contenidos y materia en una jornada escolar, demasiado completa. Lo cierto es que luego de casi dos años de encierro, algún nivel de implicancia tiene la pandemia en las causas que explican estas situaciones de violencia escolar.
Ya a finales del 2020, iniciado el largo tiempo de cuarentena en todo el mundo, el Comité de Derechos del Niño de Naciones Unidas declaraba que niños, niñas y adolescentes (NNA) son una de las poblaciones más vulnerables en este periodo, en tanto se encuentran mayormente expuestos a los graves efectos físicos, emocionales y psicológicos, consecuencia de los largos periodos de restricciones y encierro.
Durante la pandemia, docentes y directivos fueron experimentando y poniendo en marcha estrategias y actividades que permitieran adaptar a la virtualidad procesos tan relevantes de la escuela como son el aprendizaje, la socialización y la convivencia escolar. La crisis sanitaria trajo consigo variadas problemáticas y vivencias complejas, tanto a nivel de la salud física como socioemocional. Por ello buscar formas de promover y fortalecer la convivencia escolar en la modalidad virtual, paso a ser una de las urgencias abordadas por los equipos docentes y directivos, como forma de mantener el aprendizaje, el sentido de comunidad, de solidaridad, y colaboración (Melero, 2020).[1]
En función de aquello, el Núcleo de Convivencia, Ciudadanía y Género del Centro Saberes Docentes realizó el 2021 el estudio “Convivencia Escolar en tiempos de Pandemia”, el cual tuvo como objetivo conocer las principales dificultades para el abordaje de la convivencia escolar en contexto de pandemia, a partir de datos levantados en 96 establecimientos de distintas dependencias y de todo el país. Entre los hallazgos del estudio, se consignan como los conflictos más frecuentes del contexto de pandemia, en primera opción la “conflictividad entre estudiantes” (27,3%), en segunda opción “los problemas socioemocionales de la Comunidad Educativa” (13,9%). En tanto, se señala que la forma de abordar dichos conflictos fue a través de la “aplicación de estrategias a distancia para mejorar Convivencia Escolar (cápsulas audiovisuales, infografías, charlas de sensibilización, talleres, entrevistas personales y de mediación grupal, etc.)” (24,2%), mientras que en segunda opción aparece el “acompañamiento Psicosocial a la Comunidad Educativa (talleres virtuales, charlas sobre manejo de emociones, entrevistas personales, etc.)” (12,9%).
Luego las principales dificultades que tuvieron para el abordaje de la convivencia escolar en el contexto de pandemia aparecen los “problemas de conectividad” (33,3%) el “estado socioemocional de las y los estudiantes” (32,9%). Y las medidas implementadas por los equipos educativos para el abordaje de dichas dificultades corresponden al “desarrollo de estrategias de vinculación virtual (elaboración de material audiovisual, reuniones virtuales, talleres virtuales, uso de redes sociales, sistema acompañamiento, etc.)”, como primera y segunda opción con un 27,1% y un 24,7% respectivamente. Estos hallazgos, dan cuenta que, frente a la virtualidad obligada y a la falta de orientaciones claras desde la política educativa, la escuela movilizó toda su creatividad y sus capacidades autogestión para reinventarse y adaptarse a las exigencias del momento, dándole continuidad a su labor a pesar de las complejidades y adquiriendo además nuevos aprendizajes, quedando demostrada la capacidad de cualificación que tiene la escuela como institución y como sistema.
Retomando la presencialidad, en plena post pandemia, se hace igual de urgente y necesaria esa capacidad de acomodo y conciliación de las comunidades educativas para poner en marcha nuevamente estrategias e innovaciones que permitan la adaptación de la escuela, tanto al contexto general de post pandemia, como a la situación particular de efectos que ésta ha tenido en sus niños, niñas y jóvenes. Para ello, es fundamental revisar lo realizado durante el periodo de pandemia y recuperar los aprendizajes obtenidos, para desde allí, levantar nuevas ideas que nos permitan significar, orientar y reorganizar de una manera distinta a la escuela. Pues, haciendo alusión a la reflexión constante que muchos/as docentes, directivos y encargados de convivencia escolar hacían en tiempos de crisis: “no podemos volver a la misma normalidad de antes de la pandemia” y sin embargo volvimos.
Entonces, a modo de cierre, resaltar un par de aprendizajes de la pandemia, que podrían resignificar la escuela, el aprendizaje y las formas de relacionarnos en el espacio educativo. Primero; la importancia de lo socioemocional y el bienestar de estudiantes y docentes, como elementos claves para el despliegue de cualquier proceso educativo. El darse tiempo para saber cómo están las y los miembros de una comunidad educativa, cuáles son sus vivencias, emociones y afectos, como hito esencial del aprender. Reconociendo también que el aprendizaje es social, que se aprende en sintonía y en relación con otros y otras, y que eso es lo “esencial” de la escuela. El aprender con otros y otras. Segundo: la priorización curricular; que trae dos posibles transformaciones del modo tradicional de abordar el curriculum. La primera; el poner foco en los “objetivos de aprendizaje” y a la necesidad de ajustar lo que deben y pueden aprender niños, niñas y jóvenes en un contexto particular y específico, derribando esa mirada sacrosanta del diseño curricular y la forma de estructurar su implementación, y abriendo la posibilidad de alivianarlo, seleccionando lo prioritario, lo esencial. Y, en segundo lugar, la incorporación explícita en el quehacer docente, el ejercicio profesional de definir y seleccionar, de tomar decisiones de manera autónoma sobre los objetivos que responden de mejor forma a las necesidades e intereses de las y los estudiantes y al mismo tiempo al contexto en el cual nos encontramos, con la finalidad de hacer los procesos de aprendizaje mucho más pertinentes, actualizados y adecuados a las vivencias y necesidades de las y los estudiantes.
Ambos aprendizajes del periodo de pandemia nos invitan a una nueva normalidad, a otra forma de ser y hacer escuela, de construir el aprender, la educación socioemocional y la contextualización curricular como practica pedagógica, concebida como una de las principales herramientas frente a los desafíos de la inclusión educativa. En esta apuesta por asegurar aprendizajes para todos y todas, la convivencia escolar tiene mucho por aportar pues, así como existe conciencia de la diversidad de necesidades, realidades e identidades presentes en la escuela actual, existe también la claridad de su importancia a la hora de hacer los aprendizajes más pertinentes y significativos.
[1] Melero, D. (2020). Política Nacional de Convivencia Escolar en el contexto de Pandemia